Las harinas refinadas, tipos 0 y 00, son las más utilizadas en la industria panadera: levan más rápido, lo que facilita su procesamiento y es más económica. Sin embargo, también contienen la mayor cantidad de calorías (340 calorías por 100 gramos), en comparación con las harinas integrales, que no superan las 320 calorías por 100 gramos.
Pero existen otras contraindicaciones que desaconsejan el uso de harinas refinadas. Por ejemplo:
- Son muy bajos en nutrientes, como vitaminas, minerales y fibra.
- Esta deficiencia conlleva el riesgo de una ingesta elevada de glucosa.
- Aumentan los niveles de insulina, por lo que también se definen como de “alto índice glucémico”.
- La ausencia de fibra no facilita la eliminación de toxinas y el tránsito intestinal
- Pueden hacerte ganar peso incluso comiendo poco
- Estimulan la sensación de hambre.
- Contribuyen a un desequilibrio de la microbiota intestinal: de ahí la patología del intestino hiperpermeable.
Las alternativas a las harinas refinadas vienen en una variedad de formas, y hay muchísimas opciones. Primero, están las harinas integrales: centeno, espelta y mijo. Luego está la harina de arroz negro, especialmente adecuada para hornear. También está la harina de quinoa para galletas y pasteles, la harina de maíz para polentas más ligeras, la harina de cebada para pasta fresca y cuscús, y la harina de kamut para pizza y pan.
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